No hay despropósito que cien años dure para, en este caso, beneficio y decoro de nuestra tierra y sus ciudadanos. En la pasada legislatura, el Gobierno de Aragón aprobó una ley de lenguas que consideraba que en la zona más oriental de nuestra comunidad la lengua que se habla, junto al castellano, es el LAPAO (Lengua Aragonesa Propia del Área Oriental). Es decir, que en Albelda, Alcampell, Castillonroy, Baldellou, Altorricón, Camporrells, Baells, Tamarite o San Esteban de Litera la lengua que coexiste con el castellano no es el catalán o un dialecto del catalán, sino una lengua aragonesa propia de la zona; esperpéntica y acomplejada definición de una ley que referenciaba la entonces consejera de Cultura, Dolores Serrat, catalana de nacimiento y con un catalán hablado y escrito a la altura de los más ilustrados. Cosas de la vida.
Pues bien, el recién llegado presidente del Gobierno de Aragón, Javier Lambán, ya ha declarado que a la “ley del LAPAO” le quedan dos telediarios. Una afirmación que en su resolución volverá a considerar la realidad lingüística de esta zona como se merece desde su misma semántica. A las palabras, a las lenguas, no se le pueden poner fronteras. Decir que en esta zona oriental se habla LAPAO es como confirmar que en Portugal se habla Urdu, Bengalí o Puyabí Oriental. El desatino político de Dolores Serrat queda confirmado en la anécdota que a continuación explico, y que resume de manera ideal y popular lo que se vive en nuestra comarca con la lengua catalana y castellana, castellana y catalana:
Baldellou, agosto de 2013, ermita de la Vilavella. En una conversación a tres bandas en la cual participaba el que abajo firma, se enlazaban sin dificultad alguna castellano y catalán. Las dos personas que me acompañaban en la tertulia improvisada hablaban entre ellos catalán, y al dirigirse a mí de forma directa lo hacían en castellano con toda naturalidad. Así transcurrió la conversación hasta su final. Antes de despedirme, le comenté a uno de mis dos interlocutores (un señor baldellounense de 75 años que acaba de conocer): “¿Qué bien habla catalán?”. El caballero, con rostro serio (pensé lo peor), me dijo: “Estoy orgulloso de ser español, aragonés y de hablar catalán de Lleida, como siempre lo he hecho. Jamás he tenido ningún problema por ello”. Es imposible resumir tanto y tan bien en unas pocas palabras.
Hablar catalán es una riqueza intelectual que tienen para sí un buen número de ciudadanos literanos que no renuncian, al contrario, de su condición aragonesa y española. Decir que en una parte de nuestra comarca se habla catalán es una manera de respetar la lengua en cuestión y la tierra de la que procede, además de respetarnos a nosotros mismos y a la naturaleza de las cosas. Los complejos conducen a delirios impropios que distorsionan la realidad, bucean en el ridículo y nos llenan de sonrojo. Esto es lo que puede ocurrir cuando la política da la espalda a las personas. El señor de Baldellou merecería un minuto en la tribuna de oradores de las Cortés de Aragón el día que se discuta la nueva ley prometida por Javier Lambán.
Paco Aznar M. _ Somos Litera
Foto: Imagen general de Baldellou