No le gustán las fotos, ni la primera línea mediática. Reconoce que “siempre se ha escapado” de los grandes fastos institucionales, a pesar de haber sido uno de los nombres más importantes del PSOE oscense en las últimas dos décadas: veintiocho años en la alcaldía de Altorricón (como concejal desde la primera legislatura en democracia, 1979), ocho años como presidente de la Mancomunidad de La Litera (hoy Comarca de La Litera) y doce años en la presidencia de la Federación Aragonesa de Municipios, Comarcas y Provincias (FAMCP). Ahora, el que ha sido decano de los alcaldes en la comarca en los últimos lustros, deja atrás todas esas responsabilidades para comenzar una nueva etapa. Sin saudade que valga, Salvador Plana repasa con calma estas últimas tres décadas de una vida, la suya, comprometida con su pueblo y sus cargos.
La charla, que no entrevista, nos ofrece a un exalcalde de Altorricón relajado, tranquilo y confiado de haber dejado el Ayuntamiento en buenas manos. Hacía un año que la decisión de ceder la alcaldía estaba tomada, y era cuestión de encontrar esa sucesión, en forma de candidatura socialista, que permitiera darle continuidad a una forma de hacer en la que han confiado los vecinos del pueblo durante las últimas siete legislaturas, siempre con mayoría absoluta de Plana. “Ya había intentado dar este paso en las penúlitmas elecciones (2011), pero no fue posible. En este caso, hemos podido llevar a cabo esa renovación con gente joven, muy preparada y que merecen la confianza, claramente confirmada en las urnas”, señala el exalcalde que acepta nuestra comparación entre él mismo y el nuevo alcalde: “Es cierto, existen paralelismos entre los dos. Ambos comenzamos muy jóvenes, con experiencia en el mundo asociativo del pueblo e incluso David Alonso (el nuevo alcalde) se ha adelantado en su responsabilidad comarcal. Yo tardé más tiempo en participar, entonces, de la Mancomunidad de La Litera”. Comparativa que puede ahuyentar las dudas en algunos altorriconenses derivadas de la juventud de su actual alcalde; con la misma edad comenzó Plana como alcalde (1987), aunque en el Ayuntamiento de Altorricón entró de concejal en las primeras elecciones democráticas en España (1979), desempeñando en su segundo mandato la responsabilidad de teniente de alcalde (1983-1987). Al día siguiente de las recientes elecciones municipales, y con el nuevo triunfo socialista en Altorricón, Plana invitó a Alonso para que desde ese mismo día, y hasta su proclamación como alcalde, pudiera compartir despacho y tareas con el todavía alcalde. “Quería que David pudiera ir viendo el desarrollo del día a día en el Ayuntamiento desde la óptica del alcalde. Hay que tener confianza y darles tiempo para que se vayan situando. Creo que salen en mejores condiciones que las que nos encontramos nosotros hace treinta años. Las estructuras son más sólidas, los técnicos más cualificados, la gente está muy implicada, pero también es cierto que la coyuntura es más complicada”, destaca Plana convencido de que en él va a encontrar el nuevo alcalde la mejor disposición cuando lo necesite.
El exalcalde ofrece una conversación sostenida, intensa y firme. Son cualidades que forman parte de un Salvador Plana pragmático en sus presupuestos de base que hoy coinciden, en muchos casos, con los que le trajeron a la política. “Cuando era niño jugaba en un patio de tierra y hacíamos las porterías con las mochilas del colegio o con piedras. Recuerdo que aquello no me parecía lo mejor, que se podía y se debía mejorar. Desde el principio, nuestros mandatos se basaron, principalmente, en ayudar a la gente mayor y a los críos. Siempre tuve esa inquietud por mejorar la vida de mi pueblo”. La España municipal de hace treinta años distaba, y no poco, de la que hoy disfrutamos. No existían los tan celebrados Planes de Obras provinciales para los municipios, y el alcalde de turno debía ir a pedir, con más o menos fortuna, a las instituciones superiores. El Gobierno de Aragón, en aquellos primeros años de la década de los ochenta, estaba en fase constitutiva, y no era una posible fuente de financiación efectiva en aquellos momentos. Quedaba el Gobierno Civil, y poco más; el resto, recursos propios. La profesionalización en los ayuntamientos no era la que existe en la actualidad, y los posibilidades a todos los niveles eran deficientes. “Nuestro primer gran proyecto, y creo que uno de los que más me siguen satisfaciendo, fue la Casa Cultural. Los críos no tenían un sitio donde ir, reunirse, jugar. La biblioteca del pueblo era un cuarto mal ordenado, las asociaciones no disponían de espacios de encuentro… y este edificio cumplía con todas esas necesidades, incluyendo un salón de actos, sala de exposiciones… Nos costó 50 millones de pesetas, 15 de los cuales nos los financió el Banco de Crédito Local. Lo hicimos todo en cuatro años, de tal manera que el 21 de marzo de 1991 inauguramos la Casa Cultural”. Plana no se ha distinguido por las grandes inauguraciones, pero en aquel caso sí hubo una puesta de largo singular. “Vino el entonces presidente de la Diputación, Marcelino Iglesias, y en la misma puerta del edificio montamos los micrófonos sobre un palot de fruta… Bailaba todo”. Quizá fue esa jornada una de las más recordadas de Plana como alcalde, aunque no es amigo de marcar el calendario desde la idea propia de que en el día a día de un alcalde existen buenos y malos momentos, y todo forma parte de un contexto lógico y natural que hay que asumir y del que uno debe aprender. “Hemos hecho lo que teníamos que hacer, y no es una manera de decir qué bien lo hicimos. No hemos sido unos hachas, sino más bien los representantes de un pueblo que tiene unas narices tremendas. Emprendedores a los que nadie regala nada, y que han contribuido con sus impuestos a que nosotros pudiéramos hacer muchas cosas atendiendo a las necesidades del pueblo y al sentido común”. Con un presupuesto medio en los últimos años de 1,2 millones de euros, el equipo de Salvador Plana deja en caja un saldo positivo de 370.000 euros, según sus propias palabras: “He luchado cada peseta de cada duro”, sentencia Plana en otra de las frases-titulares que ofrece el exalcalde. ¿Quieren otro? “Altorricón es un Binéfar en pequeño. Poca población, término municipal reducido, sin una riqueza natural, pero con unas gente que lo han sabido hacer muy bien”.
A pesar del trabajo realizado, siempre queda alguna asignatura pendiente que como alcalde le hubiera gustado ofrecer a sus vecinos, aunque se escape de sus competencias. El agua, como fuente de riqueza, es santo y seña de Altorricón. “Me hubiera gustado asegurar los caudales en verano de los agricultores y ganaderos altorriconenses. Nuestro término municipal es la cola de los Riegos de La Litera Alta. Su puesta en servicio, que tantos años llevamos reclamando, solventaría las posibilidades y seguridades de esos caudales. Con otro Gobierno de Aragón, en la legislatura pasada podría haberse iniciado la obra que ahora sigue paralizada”. Cuestiones de avales, voluntades y atenciones a un extrarradio aragonés que parece olvidado, quizá por una falta de peso político de nuestra comarca en Zaragoza a lo largo de los últimos tiempos. Plana fue durante doce años presidente de la FAMCP, y algo sabe de eso. “Estar en un lugar importante de nuestra política aragonesa, no quiere decir que lleguen más cosas, pero sí que ayuda a que lo que tenga que llegar se gestione con mayor rapidez. Es muy bueno estar y tener esos canales de poder abiertos. Ya sabes, -allá dónde vayas, que de los tuyos haya-“. Queda claro.
La historia hablará de Salvador Plana como uno de los alcaldes más longevos de Altorricón, y de no pocos municipios en Aragón. Al protagonista no le seduce, excesivamente, esa hipótesis que el tiempo deberá confirmar. “No creo que pase a la historia, ni sería de mi gusto. La gente que me conoce lo sabe bien. Las cosas se hacen para que permanezcan, no para que te las reconozcan”. Plana habla de otro tipo de reconocimiento. “Puedo charlar con todo el mundo. Siento que no tengo ningún enemigo, como mucho adversarios. Después de 28 años, ese es mi mejor premio”. El que hace y decide siempre se expone al acierto o error, y Plana también ha cosechado desaciertos que él mismo reconoce. “Es evidente. Admito que he sido demasiado confiado en algunas cuestiones, o he creido que los vecinos estaban a una conmigo. ¿Arrepetirme?. No, no lo puedo cambiar, ya está hecho y adelante. Lo que sí puedo asegurar es que no he hecho daño a nadie”. Y es que todos proponen, pero es el alcalde el que dispone. Plana no desaprovecha la ocasión para manifestar el valor del equipo (equipos) que le han acompañado a lo largo de estas últimas siete legislaturas, pero admite, graficamente, que la responsabilidad del alcalde es al final la que debe dar el paso hacia un lado o hacia otro. “Es cierto. El alcalde debe decidir y, en última instancia, no tiene a quién consultar. Sólo comparte tu despacho el retrato del Rey, pero no habla”.
¿Y ahora qué? Ahora muchas otras cosas. A sus cincuenta y nueve años, Salvador Plana sigue pagando su autónomo, y retomando tareas profesionales que, lógicamente, tenía “dormidas” en el desarrollo de sus responsabilidades políticas. Nunca podía haber imaginado que su primer día en el Ayuntamiento como Teniente de Alcalde se iba a prorrogar por espacio de casi tres décadas. “Aprovecho esta charla para darle las gracias a mis vecinos por ofrecerme la oportunidad de conocer mundos y personas que no hubiera conocido de otra manera. Gracias por dejarme trabajar para ellos y con su dinero. Me dieron esa responsabilidad y confianza, y les estoy muy agradecido. La etapa se ha cerrado, y ahora a seguir adelante trabajando como lo he hecho toda mi vida”. Suena a despedida sin ambages, como ha solido caminar Plana para gusto de unos y disgusto de otros. Pero claro, no a todo el mundo le gustan los coches o las motos. Por cierto, a Plana mucho.