Su nombre es Alba Chesa y es natural de Albelda. Siempre ha mantenido un apego irrenunciable a su pueblo, y prueba de ello es Saponaria Soaps. Su perfil es paradigma de esa población que sale y no vuelve; pero ella decidió regresar, crear y desarrollar una vida profesional en Albelda y familiar en Alcampell. ¿Despoblación? Pasen y lean.
FORMADA y VIAJERA
Alba es licenciada en Ciencias Ambientales por la Universidad de Gerona, es decir, salió de Albelda con dieciocho años y… una vez formada no dudó en regresar. En 2006 comenzó a trabajar con la empresa Tragsa, dentro de la modernización del regadío en su localidad. Fueron cinco años de una interesante experiencia que decidió zanjar para centrarse en su proyecto personal de vida profesional. Antes de iniciarlo, dedicó un año de su vida a viajar por Sudamérica; no está mal la idea. A la vuelta, solo albergaba una idea clara y sencilla: «Quería quedarme en Albelda. El medio rural me atrae, y yo sabía que debía crear algo que me permitiera desarrollarme profesionalmente. A mi conexión con el medio y con el campo (olivos, plantas) yo le quería dar una utilidad. Siempre me ha gustado el tema de la cosmética, la botánica, el conocimiento sobre plantas y los posibles usos que se le puedan dar…». En esas apareció la posibilidad de realizar un curso de jabones en Barcelona. Era solo un fin de semana, y Alba para allá que se fue: «Resultó definitivo. Me encantó lo que vi y aprendí. Aquel fin de semana fue el principio de todo».
PROBANDO, PROBANDO…
Zamora no se hizo en una hora. Alba Chesa comenzó a hacer pruebas en su casa de Albelda; es lo habitual todavía ahora cuando se decide a aumentar su catálogo de productos. Entonces, los jabones que descubría y producía los regalaba a vecinos, amigos e incluso participaba en algún mercado de proximidad: «Llegó un momento en el que se produjo el choque con la cruda realidad legislativa. Los requisitos que me exigían eran los mismos que para una marca como Sanex, por ejemplo. Aquello era económicamente inviable para una dedicación artesanal como la mía». Ante grandes dificultades, nada mejor que soluciones razonables como fue… una asociación; la Asociación de Artesanos Jaboneros de Cataluña, con sede en Montgai (Lérida). Alba se asoció para comenzar un intercambio de conocimientos, experiencias, formación y apoyos, incluso, de ánimo. De ese colectivo, nació un grupo de unas 28 personas que decidieron ir más allá, creando su propio obrador con todas las obligaciones legales necesarias para producir jabones: «Es aquello de o te adaptas o pereces en el camino. La suma del colectivo surgido de la asociación nos permite dar viabilidad a todos nuestros proyectos. De manera individual no seríamos capaces de tirar adelante». En este caso, el grupo ha contado con el estimable apoyo del Ayuntamiento de Montgai a la hora de cederles un local municipal para el obrador y otros intangibles que son tan válidos como aquellos que se ven y se tocan. Después de cinco años, los 28 artesanos del jabón y similares van a constituirse como cooperativa para afrontar, conjuntamente, compras de materias primas, además de otros productos necesarios para el empeño y que les serán ofertados en mejores condiciones –logística, seguros…- Esto ya tiene forma, y Alba no rebla: «Cuando creo en algo soy muy tozuda y después de cinco años en esto puedo decir que estoy satisfecha de ver como el proyecto va saliendo adelante».
EL NOMBRE, SAPONARIA
Suena amplio y sereno. Es su marca y se llama Saponaria: «Es una planta a la cual le tengo mucho cariño. Nadie le hace caso, crece de una forma generalista por cualquier margen con unas florecillas blancas muy pequeñas, pero contiene en su raíz muchísimas saponinas (del latín sapo, jabón); son unas moléculas cuya capacidad de lavar por si solas es grande. Me pareció un nombre interesante». Alba Chesa muestra un vasto conocimiento en botánica, propio de su formación e inclinación por todo lo natural en medio del campo. La denominación de marca no es una cuestión baladí en una sociedad tan vinculada a la imagen del producto a consumir, y en un mercado como el que nos ocupa donde la mujer es su clienta principal: «Mis ventas son propiciadas en un noventa y cinco por ciento por mujeres; el otro cinco por ciento son hombres que compran para su mujer… El mercado al que me dirijo de momento es el femenino aunque puede que en un futuro lance también alguna línea para hombres».
CREATIVIAD NATURAL
Tras cinco años de trayectoria, Saponaria cuenta con un catálogo de productos que se han ido gestando con mimo de orfebre. Por un lado la teoría y la química, por otro la relación final de productos que debe resultar a la vista, al olfato y, sobre todo, a la piel y sus beneficios. Alba y sus allegados son los probadores originales de aquel producto que tras un periodo de prueba, y una vez confirmado su efecto, pasa a engrosar ese catálogo compuesto hoy por cinco líneas diferentes: SUSPIRO, destinada a las pieles más secas; CARICIAS para las pieles más delicadas y sensibles; DESTELLO para pieles y cabellos grasos; SOSIEGO para zonas íntimas; RESCATE para pieles atópicas y que reaccionan con facilidad. «Este próximo otoño sacaré a la venta una nueva línea llamada Raíces, arraigada a la tierra y al poder regenerador que tienen sobre la piel estos activos botánicos. De momento la línea consta de un jabón y una crema facial y un exfoliante corporal. ¿Por qué Raíces? Porque lleva mucha zanahoria, jengibre, regaliz… plantas que están debajo del suelo y que por lo general no pensamos en ellas porque no se ven, pero nos dan unas propiedades para la piel extraordinarias». Este será el producto novedad de un final de año que tendrá también un nuevo champú Saponaria para niños dentro de la línea Caricias. Y como las ideas no duermen, para el 2019 Alba está preparando ya los champús líquidos que formarán parte de todas estas líneas : «Sacar un producto cuesta mucho. Primero la idea, las pruebas, la burocracia sanitaria… y el hacérmelo todo yo. Buscar a los mejores proveedores de materia prima, decidir el empaquetado final, realizar la producción, buscar los canales de distribución y venta, todos los temas administrativos… Por el momento, no cabe otra estructura de negocio, pero espero que pronto pueda crecer y de esa manera poder atender de forma más eficiente todos los campos que tengo abiertos». Es lo que tiene la autonomía del autónomo y sus circunstancias iniciales de osadía y soledad inmersa en mil ideas; Alba no se aleja de ese perfil mientras va y viene dos veces al mes a Montgai para elaborar sus productos. Mensualmente, las producciones son reducidas, cuestión que beneficia al cliente al poder adquirir un producto siempre fresco y con un añadido que siempre subraya la productora albeldense: «Todos los productos giran en torno al aceite de oliva que es cosecha de casa, de nuestros propios olivos, y que maceramos en las diferentes plantas medicinales que son las que dan las características finales a cada una de las líneas cosméticas»
CALLE Y VISIBILIDAD
La distribución de Saponaria pasa hoy por los mercados artesanales. Hasta veinte citas conserva ya agendadas Alba Chesa. Ella considera fundamental la calle y ese espacio de visibilidad, cercanía y contacto que le ofrece: «Para mí es muy importante esa relación con el cliente. Una vez establecida, la tienda física que tengo en Albelda o internet pasan a tener su espacio de venta. Pero lo primero es que te conozcan, y ahí los mercados artesanales me están ofreciendo una gran oportunidad». Además de la vía reseñada, Saponaria cuenta con cinco comercios que venden sus productos en Tamarite (Jade), en Binéfar (Mundo Matilda), Alcañiz, Torrefarrera, Lérida y Barcelona.
OBJETIVOS DESDE MAÑANA
Las ideas son el principio de todo lo que más tarde puede devenir en realidad provechosa. Esas ideas suelen responder a objetivos y Alba Chesa anda sobrada de metas volantes con las que llegar a «tener muchos campos de olivos en producción y no verlos abandonados como ya empieza a ocurrir en nuestro entorno». El largo plazo no dificulta el detalle a corto y medio: «Quiero consolidar el catálogo, crear nuevos productos, sumar más tiendas a la distribución y trabajar con algún hotel o spa, ya sea con mi marca o la de ellos. Esto me gustaría mucho. A medio plazo, mi sueño es contar con un obrador propio». No son pocas las voluntades a perseguir, aunque atendiendo a la naturaleza de la protagonista… tampoco se nos antojan tantas. Mientras Saponaria va cumpliendo etapas, Alba Chesa, madre, cuenta con dos pequeños que requieren mucho… y proporcionan más.
UNA CAÑA Y NO UN PEZ
A sus treinta y cinco años, con un lustro de trayectoria en el proyecto Saponaria, con otros tantos de trabajo en la zona y con una voluntad irrefutable por vivir aquí, ahora y siempre, Alba Chesa dibuja un perfil personal que para sí quisieran no pocos alcaldes, sus pueblos y sus escuelas infantiles. ¿Cómo se atrae a este tipo de mujeres? ¿Cómo se las apoya? ¿Quién responde a sus menesteres iniciales? ¿Realmente nuestros políticos ejemplifican su predicado diario sobre la problemática de la despoblación? La respuesta está en el aire anónimo e indefinido del verbo sin evidencia: «No existe un respaldo oficial estimulante para las personas que estamos empezando un proyecto que quiere nacer, crecer y desarrollarse en los pueblos. Mi experiencia ha sido muy buena con la Cámara de Comercio de Huesca, en Binéfar. Por parte del Ayuntamiento de Albelda tampoco han puesto ningún inconveniente para que pudiera establecer el negocio en el centro del pueblo. Y finalmente, el Ayuntamiento de Montgai que nos ha cedido el local-obrador y es para estar muy agradecidos. Por parte de instituciones provinciales o autonómicas, nada de nada». Alba no quiere un talón público como prueba presente y olvido futuro, pero sí reclama voluntad y cercanía, desconocida hasta la fecha: «Yo, porque soy perseverante y he tenido el apoyo incondicional de mi pareja, familiares y amigos, pero esto no tiene por qué ocurrir así en otras personas que quieran empezar de cero en las zonas rurales. No veo un apoyo institucional. No quiero que vengan aquí y me den dinero, sino que creen una estructura en la cual podamos desarrollarnos y proyectarnos». Pone el ejemplo de Benabarre y sus artesanos: «Allí están todos agrupados bajo el paraguas de «Benabarre sabor»: chocolate, azafrán, quesos, longaniza, jabón… A las ferias van todos bajo una misma marca local y comarcal, sin tener que dejar de lado su propia marca. Eso les da una fuerza que uno por sí solo no tiene».
Mientras nos llenan de directrices contra la despoblación, viajes a Europa para conocer de primera mano otros casos y otros ejemplos o congresos y congresos de ilustres pensadores… los pueblos más pequeños se mueren. Paralelamente, viven mujeres y hombres que apuestan por que eso no ocurra sumando su proyecto vital al latido lento y pesado de su pueblo. Alba Chesa es un ejemplo de libro y Saponaria un elemento indispensable en nuestros baños de cada día.