La Ronda de Jotas es el acto estrella en las Fiestas de Calasanz. Nos lo habían anunciado los más informados del lugar, y confirmamos el hecho… es más, recomendamos vivamente una visita el próximo año para ver, participar y disfrutar de una ronda tan especial como querida por todos los vecinos.
La cosa viene de lejos. Hablábamos, “la tarde de autos”, con dos de los instauradores del evento: Alejandro Pociello y Ramón Lleida. Ambos se sienten orgullosos de la Ronda y sus casi treinta años de vida. Los inicios no se alejan de lo que hoy se puede vivir, aunque el tiempo ha mejorado la acción, además de ir dándole un carácter más propio y estimado por todos los vecinos calasancios.
La fiesta “rondera y jotera” comienza con unos actores principales: Aires Monegrinos. La agrupación folclórica nacida en Sariñena es pieza fundamental en la Ronda con la voz extraordinaria de Javier Badules (San Lorenzo de Flumen) como expresión mayor: un auténtico trovador jotero que encandila con sus improvisadas letras, de puerta en puerta. Por delante de la comitiva, compuesta por Javier, sus músicos y un centenar largo de seguidores, camina Patricia, de Zarrocó, una joven y guapa señorita que se encarga de ir a la siguiente casa por rondar para coger los nombres de los vecinos en cuestión que pasará en una breve nota a Javier Bedulas. Éste, una vez acabada la jota en el último portal, siempre con un “ahí va la despedida”, recoge los nombres del siguiente domicilio, y en los escasos metros de camino que le conducen al mismo va elaborando la letra que cantará ante el silencio, sólo roto por los vítores, del grueso del pelotón. Al final del canto, catarata de aplausos, vivas, abrazos, tumulto y… vino y dulces que salen al auxilio del remozado grupo de fieles seguidores. Los porrones de vino se elevan al cielo para caer sobre las sedientas bocas de todos los implicados. A veces, bueno, muchas veces, el vino no solo se desliza sobre los labios, sino que se aposenta en los animados cuerpos de los participantes. Y así durante cuatro horas, y así a lo largo de unas setenta casas, y así hasta llegar a la Plaza de Pedro I El Conquistador; final de la francachela rondadora y jotera. Cerrando el desfile encontramos a Abril, la niña que porta la cesta y recoge las voluntades de la casa rondada.
Espectáculo único en un Calasanz irreconocible en el alboroto poblado de personas y diferentes generaciones. “Es el acto que reúne a todos los vecinos. Es nuestra Ronda”, nos decían Alejandro y Ramón, mientras vuelven a azuzar los porrones que vuelan sobre las cabezas de la multitud en una señalada tarde de domingo.