Los menos le conocen por su nombre de pila, José Domingo. La mayoría le llaman Zamorano. Después de más de cuatro décadas repartiendo cartas en Binéfar, el pasado 31 de enero, Zamorano ponía el punto y final a una vida profesional completa dedicada a Correos. Pero hay otros menesteres en este culé, “hasta la médula”, que le han procurado ser reconocido en el pueblo como un hombre activo, cercano, dedicado y comprometido. Zamorano es así.
Le costó, pero al final no pudo aguantar la emoción. Sus compañeros en la oficina de Correos en Binéfar le prepararon un pequeño y sincero homenaje, como prueba del aprecio labrado durante años y años. “Ellos ya lo saben; soy un cascarrabias, pero creo que me aprecian y yo ni te cuento”, señala Zamorano. Hasta el gran “Pirilli” se pasó por el despacho de Binéfar para cantarle una ranchera al protagonista. Sí, sí, de aquellas que bailaba en sus tiempos mozos en la pista de pachanguero de la discoteca Chrysalis ¡Cuántos años y cuántos recuerdos para este binefarense de pies a cabeza! José Domingo Zamorano Abella, es decir, Zamorano.
“Cuarenta y un años, seis meses y un día”. Zamorano recita el tiempo que ha permanecido en Correos con una exactitud evidente, y prueba de la memoria que ha ido ejercitando durante tantos años con nombres, calles y números. “Siempre seré de Telégrafos. Yo ingresé allí en 1972 como repartidor, y después con la fusión de Correos y Telégrafos, en 1980 pasé a ser trabajador de Correos”. No acudiremos al refranillo, pero es indudable que a Zamorano la profesión le vino dada. Cuatro generaciones de Zamoranos en el correo de España, y procedentes de Escalona de Alberche (Toledo); su padre (Martín) y dos hermanos, su abuelo (Domingo) y su bisabuelo (Serapio) ¡Como para meterse a carpintero o fontanero o mecánico! Bueno, mecánico a punto estuvo de serlo; tan solo ejerció unos pocos años de muy joven, antes de ingresar en Telégrafos. Y siempre en Binéfar, con dos salidas puntuales, cubriendo bajas, a Tamarite de Litera y Albalate de Cinca. “Me conozco el pueblo mejor que mi casa. Y en la memoria, imagínate; nombres y direcciones de dos y tres generaciones de la misma familia”. Zamorano es, en muchos casos, como de la casa. Una frase hecha que lucía en mayor medida hace no demasiados años. La sociedad ha cambiado. “Antes la gente era muy familiar, y ahora pasamos olímpicamente del vecino. Nos hemos vuelto muy egoístas. Hace unos años, las puertas de las casas estaban abiertas. Igual que ahora, ¿sabes?”. Dice echar de menos las “tertulietas” en los portales al caer la tarde estival. Nos hemos convertido en una sociedad más introvertida y autónoma a manos de las comodidades del salón de casa. Las relaciones se hacen difíciles. “A mí me encanta el trato con la gente. Alguna vez he metido la pata, pero todos somos humanos. La gente me aprecia, y si a alguien le he hecho mal, ha sido de manera involuntaria, y lo siento”.
En su relato aparecen anécdotas divertidas y momentos poco agradables, pero que debía de lidiar con la profesionalidad que exigía el lance. “Lo peor era cuando tenía que llevar telegramas a la familia de un difunto. Entrar en esos momentos (el velatorio era en casa) a mí me costaba mucho”.
“Calle Francisco Grau, primero número 6, luego 9 y ahora 24”. Más datos. En este caso, los referidos a la casa donde nació Zamorano. “Siempre seré del barrio Seco; el mejor del pueblo. A los 29 años, me trasladé con mis padres a la calle Barasona”. En su trayecto personal y sentimental, José Domingo (para recordar) ha vivido momentos complicados que siempre ha resuelto con la mejor de las caras. “La vida te da lecciones que, o aprendes y tiras adelante o…”. Pues eso, enseñanzas que le llevaron una tarde del 22 de junio de 1996 a conocer a Isabel. Primero amigos, dos años más tarde pareja y “en el 96 firmamos el albarán”. Zamorano en estado puro. Isabel es de Salas Bajas e hija de cartero ¿Les suena del algo? Lo de cartero, claro. Ya entrado en el matrimonio, Zamorano había dejado, en parte, su actividad social y fecunda a lo largo de los años en Binéfar. Pero aun tuvo tiempo de aceptar ser concejal del pueblo de su mujer en la legislatura 2003-2007. Y no fue alcalde por un voto y con sorpresa final. Cosas que pasan en los pueblos. “Había un acuerdo con el que después sería alcalde para que diera su voto a mi candidatura. Al final, cambió de opinión…”.
Desde 1972, en las Juventudes del PSOE. Desde 1980, en la Agrupación del PSOE de Binéfar. “¡Y ante todo Republicano! Eso sí, respetando siempre a todo el mundo”. Zamorano ha tenido una vida social muy implicada en Binéfar. Fue concejal en la legislatura 1991-1995 con el alcalde Miguel Ángel Fran. Su cometido tuvo dos responsabilidades; Fiestas y Servicios. De la política municipal guarda un buen recuerdo, pero con cuatro años tuvo más que suficiente. Pero hay más. Antes que concejal de Fiestas fue “fraile” en, prácticamente, todas las peñas de Binéfar. “Mi primera peña fue La Gayata. Después vendrían el Tozal, Binéfar 77, Rosigón y Latacin. Solo me ha faltado La Kraba. En total, veinticinco años de peñista viviendo las fiestas a tope”. Cuando se le pregunta por los festejos presentes, Zamorano no se muerde la lengua. “No me gustan. Y lo siento por Carlos Corzán, con el que tengo buena relación. Pero ya no me gustaban con el anterior concejal, Luis Morillo. Por ejemplo, que no haya fuegos artificiales en Binéfar no lo entiendo y lo de las peñas en La Algodonera no lo acabo de ver. Por contra, sí que me parece acertado el impulso que en los últimos años se le ha dado al baile en la plaza de España. La fiesta tiene que desarrolarse en el corazón del pueblo y, sobre todo, tiene que ser popular”. Ya que estamos, le pregunto por el alcalde y la respuesta es propia de Zamorano. “Agustín es hijo de un ex profesor mío al cual le tengo un cariño muy grande. Como persona, el alcalde, muy bien. Pero en su labor, yo me pregunto ¿qué ha hecho? Nada. No se ven obras, ni grandes ni pequeñas ¿Y el colegio y el Centro de Salud? Agustín, por favor, dile a la Rudi que mande perras para Binéfar. Hacen falta”.
Antes de despedirnos, por hoy claro está, le animo a realizar una escueta sesión de fotos junto al buzón de la calle Almacellas. Zamorano frunce el ceño a medias y accede sin más discusión “¿En el buzón?”, me pregunta. “Hombre, y ¿dónde quieres que te haga una foto?”, le respondo “¿En la gasolinera? Parece que se ha convencido y para allá que vamos. Mientras la cámara dispara y las risas se entremezclan, por allí pasa, ¡casualidad!, Ester, compañera y amiga del ex cartero. “Está sí que merece un reportaje”, comenta Zamorano. “Pues anda que tú…”, concluyo.