Óscar Abillar (Albelda) y Miguel Ángel Garcés (Vencillón) representan la auténtica verdad del fútbol como deporte de masas que regala historias únicas, inimaginables, excepcionales por ver a su equipo, por estar al lado de esos colores y de esa historia, que es también la de Óscar y Miguel Ángel.
Ambos decidieron viajar, el pasado 24 de mayo (jueves), a Kiev para presenciar la final de la Liga de Campeones. Concretamente, iniciaban su viaje con algo más de cuarenta y ocho horas de adelanto; y no lo hacían con el ánimo de visitar la capital ucraniana y hacer del turismo una previa elevada de la gran final, no. Buscaban un viaje económico y, junto a una veintena de aficionados de la Peña Madridista de Morell (Tarragona) de la que forman parte, salieron ese jueves en un vuelo desde Barcelona a Varsovia. Llegaron a la capital polaca a última hora de la jornada, hicieron noche rápida y a las diez y media de la mañana del viernes salieron rumbo a Kiev. ¿Cómo? En autobús y diecisiete horas por delante hasta la capital de Ucrania. Arribaron a destino a las cinco de la mañana del día soñado -26 de mayo-. ¿Qué hacer a esa hora?: «Ya comenzaba a amanecer, y empezamos a vivir el partido… era muy pronto y no se veían aficionados por ningún lado. Con el paso de las horas, la cosa cambió», nos cuenta Óscar Abillar. A la hora del inicio de la finalísima, nuestros protagonistas sumaban dos días sin pegar ojo de manera razonable.
Afortunadamente, el fútbol y su Real Madrid les regaló una nueva Liga de Campeones con lo que la vuelta inmediata a España se afrontaba con esa alegría indescriptible, a tantos kilómetros de casa, que no deja margen a la lógica fatiga. Nada más concluir el partido, vuelta al autobús con otras diecisiete horas de trayecto hasta Varsovia. Mientras consumían kilómetros y algarabía, los mercenarios del esférico hacían de las suyas: «Nos enteramos en el autobús que Cristiano Ronaldo, nada más acabar el partido, había declarado que se iba del Madrid. ¡¡Increible!! Que una noche como esa saliera con esas. Es un egoísta y por mí ya se puede ir mañana mismo», comenta Óscar sin disimular su enfado. Seguimos en viaje y llegamos a Varsovia a media tarde del domingo. El avión debía salir a las nueve de la noche, y los retrasos inexplicados les conducen a embarcar a las cuatro de la madrugada del lunes 28 de mayo. Aterrizaje en Barcelona a las siete de la mañana, y carrera por la autovía hasta Lérida para llegar a casa y sin dormir, comenzar una nueve semana de trabajo.
Lo mejor de todo es todo lo relatado, además de la satisfacción que rezuma del relato de los hechos por parte de Óscar y Miguel Ángel. Lo cuentan con una sonrisa complaciente en sus labios y un convencimiento de revivir lo vivido, viajes incluidos, al lado de su equipo. Esto es fútbol, sentimiento, emoción y vida auténtica. ¿Y Ronaldo? En la sala de espera vip de la farsa mercenaria. ¿Y el escudo? ¿Y los colores? En la sala de espera vip de la farsa mercenaria.