Jesús Martínez o el amor al canto y a la tierra. Camionero de profesión y cantador por devoción. Los miles de kilómetros que ha hecho a lo largo de su vida, siempre han ido acompañados de jotas y alegría. A los setenta años bien cumplidos, su voz sigue atronando allí donde es requerido. Sombrero de Ansó, brazos en jarra, pulgares sumergidos en la faja y a cantar.
Conocido y reconocido como “El jotero de Binéfar”, Jesús Martínez no deja indiferente a nadie. Por donde va hace gala de su amor por la jota y por su tierra aragonesa de la mano de un carácter extrovertido, alegre y ocurrente que lo convierten en un personaje que pasa y queda. Jesús nació en Las Pueblas, y allí se crió junto a sus padres y sus hermanos hasta que llegado a la veintena de años cambió de residencia y se instaló en Binéfar. “Provengo de una familia humilde, mi padre se encargaba de las vacas en Las Pueblas y yo siempre que podía le ayudaba. Tengo recuerdos de ir andando hasta Esplús para acudir al colegio, y es que a veces se nos rompía la bicicleta y no teníamos dinero para arreglarla”, explica este veterano jotero que siempre tuvo la ilusión de poder estudiar; un sueño que logró hacer realidad ya con una edad avanzada al cursar estudios de fisioterapia y reflexología. “Durante los años que viajé con el camión, siempre llevaba un montón de libros en la cabina. Cuando tenía un rato libre, me encantaba aprovechar para leer y estudiar, y así dedicar con provecho los ratos muertos que me quedaban en esos largos viajes”, explica.
El camión ha sido su medio de ganarse la vida durante casi medio siglo. Comenzó con un pequeño vehículo haciendo viajes a Barcelona, siguió con salidas por toda Europa y al final de su vida laboral trabajó para Fribin transportando ganado. Más de uno recordará por estos y otros lares la visera de su camión con la leyenda de “Ya viene el jotero” como mejor anuncio de su llegada a destino. “Siempre me he sentido muy querido por todo el mundo en los lugares a los que he ido a trabajar. Han pasado los años y la gente se sigue acordando de mí, porque allí por donde iba siempre les cantaba una jota y demostraba lo orgulloso que estaba de mi tierra. Siempre que alguien me ha pedido que cantara, nunca me he negado, y gustosamente he entonado una jota para disfrute de los presentes”, asiente orgulloso. Durante quince años viajó a los mandos de su camión por diferentes países europeos como Francia, Holanda, Alemania o Bélgica con semanas completas lejos de su domicilio. “Después de tantos kilómetros durante tanto tiempo hay muchas aventuras y anécdotas que contar. Recuerdo que cuando pasaba por París me gustaba cantar por la emisora, y enseguida salían varios aragoneses para saludarme y decirme que cantara otra”. Decenas de escenarios varios han disfrutado de la voz alegre y desinhibida de nuestro protagonista. “Cuando yo llegaba revolucionaba el gallinero. Hasta la Guardia Civil me pedía que les cantara una jota”; una estupenda manera de hacer amigos en la Benemérita y por las carreteras de España, o con enfermeras y doctores del Hospital Clínico Universitario Lozano Blesa, en Zaragoza. Allí estuvo ingresado 28 días por mor de una dificultad de salud ya corregida, y las jotas le acompañaban hasta el mismo quirófano. “Antes de entrar les pedía cantar una jota… por si acaso. Cuando salía, me la pedían los doctores y enfermeras. Me nombraron el jotero oficial del hospital”.
Cierto es que Jesús comenzó tarde en este mundo del canto. Tuvieron que pasar treinta y cinco años de su vida para verse sobre un escenario o recibiendo clases particulares. “Mi primer profesor fue José Antonio Villellas. Me daba clases particulares y durante dos años estuve acudiendo a Albelda para recibirlas. Después cambié, y me fui a Monzón de la mano de Elita Davias; una gran maestra que siempre me decía que si me hubiera cogido más joven hubiera logrado hacer de mí un cantante profesional dadas mis buenas condiciones”, afirma. En las últimas dos décadas su grupo ha sido la Rondalla Raíces Altoaragonesas, con un pequeño periodo vinculado a la Rondalla de Veteranos de Binéfar. La ilusión por cantar y contribuir al buen desarrollo de su rondalla es una máxima que Jesús Martínez mantiene a sus setenta años bien cumplidos. “Mientras pueda seguiré cantando. Casi todos los meses realizamos cuatro o cinco actuaciones de media, y así viene siendo en los últimos veinte años. Llevo cientos de actuaciones por la provincia de Huesca y por otros lugares más lejanos, y en todos los sitios siempre me lo paso genial. Hay veces que me quedo sorprendido cuando alguien me viene a saludar porque me reconoce de haberme visto en alguna actuación tiempo atrás. Me hace mucha ilusión”. Su vena artística hace que “El jotero de Binéfar” tenga un papel doble en las actuaciones de la Rondalla Raíces Altoaragonesas, merced a sus entradas en escena mientras las bailadoras se cambian de vestuario. En esos tiempos muertos hay que interactuar con el público y Jesús es el perfil ideal. Es uno de sus momentos. “Me arranco a recitar alguna poesía, cuento un chiste o me marco una jota un poco picantona que hacen las delicias de los más mayores”, explica mientras ríe a carcajadas recordando algunos de esos momentos en escena. Además de cantar con su rondalla, de manera puntual también acude a eventos privados para los que es invitado. “Por ejemplo siempre que algún trabajador de Fribin se jubila o se va después de permanecer en la empresa muchos años y organizan una despedida, me llaman para que participe en la celebración y de paso les cante algo. Yo voy encantado y estoy muy agradecido de que me inviten”. A esas invitaciones más personales no se hace acompañar de una de sus burras como partenaire escenográfico. “En esos casos no, pero cuando tenía vehículo para transportar al animal, me lo llevaba con la rondalla para hacer rondas y cantar, por supuesto, “La jota de la burra””. La familia es la otra gran debilidad de “El jotero de Binéfar”. Si en algún momento familia y jota se entrecruzan, entonces “miel sobre hojuelas”. Cuando su hija Raquel era más joven cantaba con él, incluso hacían duetos, pero cuando se hizo más mayor y salió a estudiar fuera de casa le fue imposible compatibilizarlo y lo dejó. “Mi hija cantaba muy bien, y yo disfrutaba mucho cantando junto a ella, pero llegó un momento en el que no podía llegar a todo y lo tuvo que dejar. Ahora son mis nietos, Clara y Carlos, los que van a clases de jota y cantan, cuando los veo se me cae la baba y me emociono un montón”, añade. Otra persona que ha marcado su trayectoria como jotero ha sido María Antonia Fernández, profesora de Raíces Altoaragonesas, una mujer con la que ha compartido cientos de horas de ensayos y actuaciones. “Tenemos una gran profesora en Binéfar. Domina el canto, la música y el baile. Mientras yo pueda voy a continuar apoyándola en todo lo que pueda, como ella ha hecho siempre conmigo. Además, quiero resaltar que tiene mucho mérito que actualmente de clases a unos cincuenta niños y niñas que están aprendiendo jota, algo indispensable para que no se pierda algo tan tradicional en nuestra tierra”, resalta Jesús, mientras nos rememora también su paso por Aragón Televisión, dentro del programa “Se escribe con Jota”. Y aquí va la despedida de un personaje especial, gran conversador y experimentado en vida. Con una sonrisa en sus labios, e inmersos en la plena naturaleza que adorna su casa, Jesús Martínez nos dice adiós abordando una de sus joticas favoritas: “Que no se pare el corazón. Mientras que la voz me aguante seguiré por todo el mundo con la jota de Aragón”.