JUDITH BALLARÍN LLOP
Sus ovejas, el campo, la naturaleza… Su libertad de hacer, gestionar y disfrutar con lo que ha elegido. Su condición de mujer, de hija, de pareja, de futura madre. Judith Ballarín decidió dedicarse profesionalmente a aquello que más le gustaba: los animales que vio desde muy pequeña y a los que laboreaba su padre y antes su abuelo. Dificultades, casi todas en un mundo masculino al que le cuesta soltar lastres. Beneficios, su realización natural, personal e intelectual. En los últimos seis años, Judith ha contribuido a la igualdad de género más que tantas palabras, proyectos de ley, enmiendas y poses… numerosas poses que arrinconan el ser para abrazar el parecer.
Altorriconense y empresaria ganadera que hace de todo; incluido el pastoreo de su ganado ovino por los campos de La Litera, el Bajo Cinca y la Ribagorza.
Judith Ballarín Llop es una joven de veintiséis años que nunca ha renunciado a sus propósitos de vida por el hecho de ser mujer. Al contrario, esa condición ha supuesto para ella un estímulo extra con el que abordar con determinación e ingenio su día a día.
A la primera persona que tuvo que convencer fue a su madre, contraria a que Judith heredara la tarea del padre, que antes fue del abuelo. Pero en casa todo es más sencillo, y su madre aceptó la decisión de la joven. Las dificultades reales fueron apareciendo con el paso del tiempo y en la realidad de la calle, una vez que Judith acabó su formación de grado superior en Gestión Forestal y Medio Natural (antes había realizado un curso y prácticas de Asistente Técnico Veterinario): «Siempre me gustó el campo, la naturaleza, los animales. Es lo que vi desde pequeña y sabía que por ahí debía ir mi formación y también mi profesión».
El final de su etapa formativa coincidió con la jubilación de su padre –natural de Merlí (Isábena-Capella)-. Ramón quería vender el ganado y pasar a disfrutar de un merecido descanso. Pero ahí apareció la hija; Judith convenció a su padre de la disposición y capacidad que atesoraba para seguir adelante con la explotación extensiva de ovino. Ahora lleva ya siete años al frente del negocio y aquí la tienen con sus 800 ovejas, a las que suma las 600 de Sergi, su pareja, ya que comparten la labor y quehacer diarios con los animales. La característica de su explotación confiere a la misma un doble escenario de trabajo determinado por la trashumancia: seis meses en Altorricón –de noviembre a mayo-; seis meses en Merlí (Ribagorza) y Senet de Barrabés (Alta Ribagorza) –de junio a octubre-: «La trashumancia es una de las épocas más bonitas de este trabajo. Subimos en primavera, bajamos en otoño y estamos todo el día en el campo. Pero las condiciones han cambiado. Nuestros padres dormían muchas veces a la intemperie y en nuestro caso tenemos una vivienda y todo lo que eso conlleva».
En estos siete años como ganadera, y sobre todo en los dos últimos, las cosas han cambiado en la esfera social de una mujer como Judith a la hora de mostrar al mundo lo que hace cada día:
«No hace demasiado tiempo me «dedicaban» algunos insultos por mi condición de mujer, principalmente cuando hacíamos la trashumancia. Me las he tenido con algún conductor poco respetuoso». Sin embargo, y a raíz del programa de Aragón TV, Un hotel de mil estrellas, las circunstancias han variado y la dimensión mediática de Judith le ha propiciado un cambio que ni ella misma se cree todavía: «He pasado de ser una chica a la que miraban como una cosa extraña, a pararme por la carretera para hacerse una foto conmigo. Es para alucinar, pero sí que siento que ahora me valoran mucho más». La cuestión principal que comentamos con Judith se centra en conocer si el hecho de la foto se queda ahí, o realmente existe un estado inicial de conciencia general acerca de sus condiciones profesionales, idénticas a las de un hombre: «Yo puedo hacer lo mismo que mi padre o Sergi. Me lo demuestro cada día y así llevo ya siete años». Judith habla con firmeza y seguridad de sus posibilidades como empresaria ganadera que no rehuye a cualquier tarea, incluidas aquellas que requieren algún exceso físico: «Allí donde no llego, físicamente, pido ayuda y no pasa nada». El aspecto físico es una cuestión menor, dentro del grueso de acción que desarrolla Judit a diario. Lo fundamental permanece en otras cuestiones que tienen que ver con la diligencia en la gestión y ahí a nuestra ganadera no le faltan razones. Ahora todo lo dicho debe crear conciencia en nuestra sociedad, dejando de lado rémoras que poco dicen de aquellos que las cultivan: «A mí me han llegado a preguntar: «¿Y tú qué vida haces?» Como si por el hecho de ser ganadera y estar todo el día con animales en el campo, yo me comportase como un ser asocial que no tiene otra vida de pareja, amigos, vacaciones o fiestas. ¿Eso lo pensarían de un hombre? Todo esto antes me creaba cierto complejo: por ejemplo, me daba vergüenza ir con el mono de trabajo por el pueblo, salir de casa, ir a la ferretería… Ahora nada de nada».
El instinto femenino de Judith le acerca a la idea de ser madre en unos pocos años. No quiere tener hijos más allá de los treinta y pocos.
Es un tema que piensa, valora y proyecta cómo hacerlo realidad durante el embarazo y posteriores: «No voy a renunciar a ser madre por mi trabajo, en absoluto. Habrá que organizarse y compaginar con el padre las obligaciones propias que nos lleguen. Y si hay que pedir ayuda, pues se pide». La claridad en la exposición enlaza con el discurso de Judith sobre el futuro profesional que le espera: «No me veo trabajando de otra cosa». El tiempo corre a su favor por experiencia acumulada, propia y ajena: «Estoy en un grupo de ganaderas a nivel de toda España. Empezamos por wasap y ahora estamos en la red SLA. Somos un colectivo que nos dedicamos al ganado extensivo, no solo de ovino; también hay mujeres que trabajan con vacuno o cerdo ibérico. Es interesante la comunicación a la hora de compartir experiencias e intentar hacernos fuertes en beneficio del colectivo y sus consecuencias para nosotras».
Clara Campoamor Rodríguez (Madrid, 12 de febrero de 1881-Lausana, 30 de abril de 1972) fue una escritora, política y defensora de los derechos de la mujer española. En su haber quedan, entre otras cosas, la defensa y consecución del sufragio femenino en España, logrado en 1931, y ejercido por primera vez en las elecciones de 1933. A Judith Ballarín le concedieron el pasado 9 de marzo uno de los galardones que otorga el Colectivo de Mujeres Progresistas Clara Campoamor, de Monzón, dentro de sus VIII Reconocimientos por la Igualdad. El mérito de la altorriconense queda contrastado en escenarios como el relatado en este artículo. El camino no ha sido fácil hasta llegar aquí, pero la disposición determinada y sin ambages de nuestra ganadera hace pensar que aquello que está por venir nos traerá un futuro mejor gracias a mujeres como Judith Ballarín Llop.