Rodeado de amistades que comparten el esfuerzo a cada paso y en busca de la tranquilidad que le ofrece cada paisaje, Raúl Ortas Avellanas ha recorrido miles de kilómetros en su afán por ser y no parecer. La fórmula la ha hallado a través de lugares y actividades que le llenan de energía, de vitalidad al respirar, al observar los picos de las montañas o al escuchar el incansable piolar de los pájaros calados en la naturaleza. Espacios a los que suele acudir acompañado de buenos amigos, a la sazón componentes del Club Litera Montaña. Su inspiración la comparte desde su natural bonhomía y generosidad.
Denota en sus sosegadas palabras la tranquilidad que busca y encuentra en las salidas en solitario o con los miembros del Club Litera Montaña (CLM), compañeros de grandes aventuras. La primera de ellas fue la más especial. Recuerda que paseaba por la Avenida Aragón, en Binéfar, cuando vio un cartel en el que el CLM anunciaba su próximo destino y actividad: senderismo en Piedrafita. Han pasado ya seis años desde aquella primera excursión, en la que rodeado de nieve, y de los demás miembros del grupo, sintió que la actividad le estaba proporcionando algo singular y no experimentado. Desde entonces comenzó a introducirse en el montañismo, el barranquismo, la escalada… «Fue a los 30 años cuando empecé a hacer deporte porque hasta entonces solo había jugado a alguna cosa esporádica, pero no de forma habitual», explica Raúl Ortas. Fue un inicio sin vuelta atrás. El número de salidas con el club comenzó a aumentar, viviendo en primera persona unas experiencias que iban aumentando en intensidad, aunque en su memorial más placentero siempre quedará… un día en Astún: «las nubes estaban bajas y subimos en telesilla a la zona de los lagos de Ayous, para cruzar a Francia. Comenzamos estando debajo de las nubes, las fuimos atravesando y finalmente encontramos el sol. Fue una sensación que me cautivó», rememora Raúl Ortas. Misma sensación que le fue produciendo la montaña en su conjunto. Allí es donde encuentra la paz que pretende, el silencio y la tranquilidad que se sumergen en un inicial viaje introspectivo. Si el recuerdo de aquella jornada en Astún forma parte de esos días imprevisibles y hermosos, cualquier día en la Sierra de Guara es para él una manera de tocar el cielo con las manos: «allí puedo pasar horas escuchando los sonidos de la naturaleza, consiguiendo evadirme del día a día y del trabajo, estar en contacto con la naturaleza y de quienes me acompañan».
La llegada del fin de semana marca un antes y un después en la cotidianeidad de los días para Raúl Ortas. Es entonces cuando se reúne con el grupo «en busca de nuevas experiencias, tanto a nivel de actividad como de relaciones personales, porque no solo resulta ser una oferta lúdica y deportiva, sino también es un foco de relaciones humanas que trascienden más allá del club», comenta. Ha pasado el tiempo desde aquella primera salida, pero su dedicación al grupo no se ha dormido en el camino; al contrario. Comenzó colaborando en el mantenimiento de la página web, el correo y las redes sociales, y ahora es vicepresidente del CLM: «hay personas que llevan muchos años vinculadas al mismo y que han desempeñado cargos en distintas áreas. Yo soy un recién llegado pero he tenido la fortuna de que me han dejado colaborar». Raúl habla, se extiende y valora la labor de gente como José Ángel, Germán, Esther o Fernando, además de otros nombres propios que conforman el CLM. «Son algo más que compañeros de aventuras; son también amigos. Comenzó por unirnos la afición por la montaña, y ahora son más cosas las que nos acercan».
El vicepresidente del CLM no descansa a la hora de descubrir nuevas salidas, de prepararlas como es debido, de escribir crónicas sobre las excursiones y rutas realizadas, y tampoco en correr carreras –una afición que coincide con sus inicios en el deporte–. En este caso, fue con su amigo Mario Aloy. Juntos iniciaron una actividad que, en origen, no iba más allá de quedar para «rodar» por el pueblo. Pero las cosas se sabe como empiezan, pero nunca como acaban. Comenzaron a participar en pruebas de 10 k –la primera fue en Zaragoza-, aumentaron kilometraje… pero a Raúl el asfalto no le entusiasmaba: «en aquel momento otro amigo y socio del club, Indar Pinacho, me animó para que probara con las carreras de montaña, y nos apuntamos a la de Matadepera, en Barcelona. Eran 12km y 400m de desnivel, pero estaba bien para empezar», recuerda. Y sí, aquello le gustó. A la primera carrera por el monte, le sucedieron otras como la de Osán –en Sabiñánigo– y los kilómetros verticales de Roquetes –en Tarragona– y la de Capdella –en la provincia de Lérida–, pruebas que exigen subir 1000 metros en, aproximadamente, 4 kilómetros.
Todas estas pruebas, su ímpetu por seguir experimentando en el deporte y el poco apego al asfalto le llevaron a decantarse por las carreras de ultradistancia, es decir, pruebas que pueden contabilizar de media unos 102 kilómetros, con 3.000 metros de desnivel acumulado. «La última que realicé fue en noviembre en Lanzarote, la Haria Extreme. Nos costó 18 horas completarla, pero en este tipo de distancias puedes ir parando, cambiarte de ropa, comer y reposar durante un rato», explica Ortas, mientras repasa las diferentes pruebas –ultrapruebas- que ha ido realizando con la pausa templada que siempre le acompaña. En concreto, la carrera de Lanzarote se incluye dentro del circuito Spain Ultra Cup, compuesto por ocho pruebas, de similares perfiles y en distintos lugares de la geografía española: «junto a varios compañeros completamos tres de las ocho pruebas (Guara-Somontano en Alquézar, Peñalara en Madrid y Lanzarote) para conseguir ser finishers, es decir, aparecer en la clasificación final». Estamos hablando de unas pruebas de máxima dificultad, ya no solo a nivel físico, sino también, y sobre todo, a nivel psicológico: «son carreras en las que las rutas suelen estar bien marcadas, pero también hay tramos duros que aumentan su dificultad por la noche. Aquí es donde debes dirigir y controlar la mente con el objetivo de llegar a la meta», comenta, a la vez que incide en la voluntad positiva de querer, y no tanto en la capacidad individual de poder: «la voluntad es lo más importante porque en ese recorrido es la soledad la que te acompaña, a pesar de que corres con mucha más gente. Siempre digo que aparecen dificultades a lo largo de la carrera, pero no son problemas que estén ahí para fastidiar, sino que son obstáculos que superar y decisiones que tomar para conseguir llegar a la meta». Es el relativismo positivo,» made in Raúl Ortas».
Sus palabras muestran un deseo de disfrutar de cada minuto, alejándose de cualquier competencia o rivalidad que se da, y no poco, en numerosos corredores. Raúl Ortas se marca nuevos propósitos; uno de ellos es correr en la Ultra Trail del Mont-Blanc, una prueba deseada por muchos y solo al alcance de unos pocos que acceden a través de los puntos obtenidos en otras pruebas marcadas previamente. «A mí me gusta mantenerme activo y ganar forma física porque eso es lo que te lleva a encontrarte bien, estar a gusto, conocer gente y nuevos lugares. Si tuviera que depender de un entrenador no lo haría. Lo que busco es acabar la carrera y no quedar entre los primeros». Haciendo un poco de patria chica, Raúl Ortas valora las virtudes de nuestra comarca a la hora de ponerse en acción con la vista puesta en La Litera Alta: «hay varias zonas ideales para correr y también para ir en bicicleta de montaña. En senderismo tenemos el barranco de Gabasa y la senda del GR23, que atraviesa la zona alta desde Azanuy-Alins, hasta Albelda: unos 50 kilómetros aproximadamente». Esto es lo que destaca, pero mucho más resulta lo que ha transitado sin más afán que el gozo espiritual: «he encontrado realmente lo que me llena, y eso no lo cambio por nada».