Era un niño cuando comenzó y ahora es padre de una niña. Entre medio, tres décadas de banquillo en banquillo, de equipo en equipo y de soledad en soledad. Es la vida del entrenador de fútbol confirmada por Enrique Lanau, «Penri». Pero ahí sigue imantado por los grupos, la pelota y las tácticas. Su mejor experiencia en un banquillo liga directamente con su equipo del alma, el Club Deportivo Binéfar. Sus técnicos favoritos tienen un pasado blanco, como su otro club de cabecera.
Hay personas que desde muy jóvenes ya exhiben una clara vinculación con el deporte, con una disciplina deportiva y con un papel dentro de la misma.
Penri lo dejó claro con trece años. Él quería ser entrenador de fútbol. De sus primeros goles en las puertas de garaje de la calle Arrabal –entonces los chicos jugaban al fútbol en la calle-, hasta su llegada al infantil del C.D. Binéfar, previo paso por el fútbol sala. Fue Sergio Maza, el gran central binefarense que llegó a ser capitán de la U.E. Lleida en 2ª División, la persona que le dio su primera oportunidad de ayudar en la dirección de un equipo: «entonces era en la Escuela Deportiva Municipal, y hablamos de fútbol sala. Sergio me dijo si quería ayudarle, y con él que me fui. Después Máximo López y Pedro Naya completaron los nombres de esas personas que, inicialmente, me dieron la oportunidad que yo buscaba», nos cuenta Penri, a la vez que recuerda su etapa como jugador hasta el último año de juvenil. En ese momento, decidió dejar la práctica del fútbol para dedicarse por entero a los banquillos.
Ya con la mayoría de edad cumplida, fue segundo entrenador en el fútbol base binefarense con Juan Yus y Juanjo Agón (¡menudos maestros!). Como objetivo, además de aprender todo y más de esas dos leyendas del fútbol local, Penri buscaba formarse académicamente, tal y como hizo, con los dos niveles de entrenador, cursos que le permitieron con 23 años poder entrenar ya en Tercera División: «el título nacional estaba muy acotado a jugadores de primer nivel. Después de no pocos años, se consiguió que cualquier persona con la formación correspondiente pudiera optar a ese título». Penri se hizo con ese carnet nacional hace ahora tres años, mérito que le permite entrenar a cualquier equipo de 1ª División, tanto en España como fuera de nuestro país.
Después vendría una productiva experiencia como segundo de Félix Jiménez –hoy entrenador del Tamarite-, dirigiendo al Juvenil División de Honor del C.D. Binéfar.
Aquí el nivel ya era otro, anécdotas incluidas: «recuerdo que uno de los primeros partidos que jugamos fue en el campo del Antiguoko. En la primera parte del partido ya nos dieron un buen repaso, destacando dos chicos que jugaban de medios centros. Al descanso, impresionados por el juego que desplegaban esos dos chavales, preguntamos por ellos y nos dijeron que eran hermanos, y que se llamaban Xavi y Mikel Alonso. Viendo a jugadores así, te das cuenta de los motivos que llevan a estos futbolistas a jugar con los mejores del mundo», rememora Penri. Después de la vivencia con Jiménez, y cuatro temporadas con diferentes equipos del fútbol base de Binéfar, le llegó la primera oferta para entrenar a un conjunto senior: concretamente al Almacellas, en 1ª Regional Catalana. En este caso, las cosas no fueron muy bien, y los resultados y algún que otro «extraño movimiento de vestuario» le llevó a dejar el equipo en Navidad. Gajes del oficio o la eterna condena del entrenador. Sin tiempo para lamerse las heridas, Penri recibió la propuesta del C.D. Binéfar para ser el segundo entrenador de Pedro Naya en el primer equipo: «cogimos las riendas en febrero con una amenaza evidente de descenso. Algo que no cabía en la cabeza de nadie, después de tantas temporadas del club en 2ª División B. Bajar a Preferente era impensable, pero según la clasificación, aquel año era más que posible». Incluso, nos cuenta Penri, hicieron una promesa con Naya y algunos jugadores: «si lográbamos la permanencia, subiríamos a San Quílez descalzos…», y descalzos que subieron, después de dejar al equipo en Tercera División. «Fue mi mejor momento en un banquillo. Entrenar, como segundo, a tu equipo de toda la vida, y contribuir a que no descendiera fue una alegría tremenda», subraya el entrenador, todavía emocionado en el recuerdo.
Más tarde llegarían dos años en el banquillo del entonces recién constituido At. Binéfar, con ascenso incluido a 1ª Regional, más fútbol base y un descanso:
«han sido los únicos tres años, en treinta cumplidos, que me tomé un respiro por temas personales». A la vuelta, regresa como segundo de Vidal Agné para dirigir al C.D Binéfar, entonces en Regional Preferente y en busca de la Tercera División. A la primera lo consiguieron, y el ascenso llegaba diez meses más tarde: «fue otro momento para recordar. Había que ascender por equipo y por historia, y en esos casos no suele ser fácil ya que todos los equipos quieren ganarte. Hicimos un buen trabajo y el club regresó a categoría nacional». Y Penri, al fútbol base local para entrenar al Cadete A y ascender a División de Honor. Hoy sigue en los banquillos entrenando al Juvenil A del Club Fútbol Base Binéfar. «A veces pienso que ha sido el fútbol, pero podía haberme apoyado en cualquier otro deporte para dirigir grupos de personas que es lo que me gusta. Claro que el fútbol es el deporte que he mamado desde crío».
En tres décadas ha habido momentos de toda clase y sabor, aunque al final quedan imágenes como la que nos describe nuestro protagonista:
«ir hoy por la calle y que te saluden, de la mano de sus hijos, jugadores que llevaste cuando tenían ocho o nueve años, resulta muy gratificante». En ese balance a vuela pluma, también aparece en el entrenador un beneficio personal nacido de la autoexigencia: «creo que he cometido errores, pero siempre he pedido perdón e intentado aprender de los mismos para crecer como persona». ¿Y la soledad del entrenador? No lo dice el que escribe… «es algo que siempre he sentido. El entrenador es un actor que está en medio de un vestuario y de un palco (junta directiva). Y ahí tienes que sobrevivir. Si la pelota entra, no hay ningún problema. Si no entra, todas las miradas se dirigen al de siempre; el entrenador». Finalmente, Penri no puede ocultar su gusto y blancura por dos entrenadores con dilatadas trayectorias: «me gustan Toshack y Capello», reconoce y confirma Penri y sus tres décadas de fútbol hasta en la sopa. Y es que cuando el balompié y sus cavilaciones entran por la puerta, el tiempo y otros menesteres saltan por la ventana.