18.09.2016
Esta noche, fuimos hombres y mujeres con suerte de ver y sentir a la banda de nuestro tiempo. No por anunciado dejo de ser menos emocionante; definitivamente, Dios estuvo de nuestro lado al permitirnos saborear como acaban los sueños construidos a través de las canciones de 091; veintidós años más tarde, de nuevo en Binéfar.
Aquella primera noche en Esplús (1986), solo fue una señal de todo lo que vendría después. Ni somos 2000 locos transitando un camino equivocado, ni buscamos reavivar huellas pretéritas debajo de las piedras. Hay bandas que son sonoras a un tiempo, y es evidente que los 5 de Granada supieron esculpir la página más brillante de esa historia reciente sin cartas en la manga.
Todo comenzó a girar a las cero horas del domingo 18 de septiembre. En un recinto tomado por fieles seguidores, la espera se igualaba a vivir una de esas noches en que la luna sale tarde. El desafio por encontrarla se inició al ritmo del Palo Cortao. La maniobra de resurrección abrió la carne cruda de una colección de fantásticas canciones colmadas de deseo y fuego. En sus ojos, en los míos y en otros como yo se podía advertir la irisdiscencia de la emoción alejada de tormentas imaginarias sin raíces ni crédito. Una a una, las canciones trepaban los corazones ávidos de conquistas, licores y tristezas “made in Lapido” o el rey de la confusión hermosa y razonada. Por su parte, García disparaba su voz al límite del abismo que conforma la estética audiovisual de sí mismo. Similitudes de juventud que conserva como pocos… para impresionarte.
La Canción del espantapájaros despertó el primer bis, y la Vida que mala es cerró una noche en la que seguimos sin respondernos, ¿qué fue de nuestro siglo XX?
Es hora de decir adiós antes del primer invierno después en el que 091 regresará a su espacio virtual envuelto en un cielo color vino. Indeseadas maniobras de resurrección a la inversa, que nos devolverán a los vinilos y sus sartenes, a la espera de otro acto sobrenatural como el de esta noche.
Nada más por hoy.