Con alegrías y enojos, con días de gloria y noches de insomnio, Manuel Lana ha vivido en los últimos tres lustros un trayecto vital que reconoce inesperado, pero que supo disfrutar, a su manera, más allá de balances interesados. Después de una exposición pública diaria y envuelta en miles de ojos, unos más nobles que otros, el ex alcalde ha vuelto a la normalidad de un ciudadano que sube y baja, entra y sale sin más condición que su propia condición elegida a medias. Ahora ya no vive en el centro del centro, sino en una calle acostada en el anonimato que tanto prueba cuando uno gusta. El ruido ha desaparecido y esos tantos que iban y venían en busca de provecho a todas horas, en estos momentos no viven en el alago, ni siquiera viven cerca. Escenas olvidadas de un hombre normal, introvertido, riguroso, acertado, equivocado, fumador y ex alcalde.
Manuel Lana acude a nuestra invitación de Canal Litera Radio, dentro del programa “La habitación de Candy”. Reconozco que me sorprende el sí rotundo que da a mi propuesta, conociendo el perfil introvertido del personaje. Lana tiene cosas interesantes que contar después de su salida de la política activa. Su deseo de continuar, a nivel provincial o regional, no se vio acompañado en las listas del PSOE en los últimos comicios. En sus palabras se desliza cierto desánimo entorno a ese escenario político del cual fue arte y parte durante varios años.
Lana no abandona su cigarro a todas horas. Cuando se sienta alrededor de la mesa, lo primero que pide es la conformidad de los presentes para encender el enésimo pitillo del día. Sin pausa después del sí, sus manos revolotean por ambos bolsillos en busca del preciado rubio. Segundos más tarde, el estudio se llena de una intensa bruma de humo, mientras no evita ninguna de nuestras preguntas. “No me he podido desligar de ese análisis de alcalde. Cuando voy por la calle sigo prestando máxima atención a un contenedor roto, a una calle sucia o a una baldosa levantada. Detalles que antes vivía con máxima intensidad y que ahora me siguen llamando la atención. Pero las cosas han cambiado, y debo acostumbrarme, aunque me sigue preocupando Binéfar, como siempre”. Los cambios en la vida de Lana han sido más que evidentes en los últimos dos años, una vez que se apeó de la alcaldía y no tuvo continuidad en otros escenarios políticos. La nueva situación no fue sencilla de asimilar. “El primer año lo pase muy mal. Me quedé en casa, sin ganas de salir, sin ganas de participar en nada. Pero, poco a poco y afortunadamente, las cosas han ido cambiado aunque todavía estoy en esa fase de adaptación”. El generoso tiempo que disfruta a diario lo ocupa en nuevas actividades o estímulos, como el mismo reconoce, además de seguir atendiendo el día a día de la Agrupación Local del PSOE. Los paseos son habituales por la calles de su pueblo. A su lado, el grueso de amigos no ha variado. “En general sigo teniendo los mismos amigos de siempre. Sí que ha habido personas que ahora no están tan cerca, pero eso es normal. Lo tengo más que asumido, pero a pesar de ello, siempre experimentas un vacio que no esperabas. Cuesta entenderlo. Ausencia de llamadas, practicamente no te llama nadie. Hay que buscar otros alicientes y estímulos. Es un gran vacio el que se produce a tu alrededor”. A pesar de algunos déficits, normalmente con nombres y apellidos, la memoria de Lana sigue guardando el mejor recuerdo para su paso por la alcaldía. “La disfruté y me ha dejado una gran satisfacción personal. Con aciertos y errores, creo que el recuerdo es positivo, gracias al equipo que siempre tuve a mi lado trabajando en beneficio de los vecinos”. En su conversación, Lana sigue utilizando un lenguaje más propio de su anterior etapa que de una charla distendida de dos ciudadanos en una radio local. Cuando se refiere a ese pasado reciente, los ojos se le iluminan de manera especial como si por un momento la magia de las ondas le devolviera a su despacho. “No puedo ponerme nota. Creo que la nota te la ponen los ciudadanos. A nivel personal me siento satisfecho con los logros conseguidos. Binéfar ha cambiado y eso es un hecho objetivo”.
Y llegó el cambio esperado desde dentro, pero frenado en seco desde fuera. Con Lana se cerraba una etapa continuada en democracia del PSOE dentro del gobierno municipal. “En 2007, ya había advertido a la Agrupación Local que yo no debía ser candidato. Por cuestiones internas, tuve que presentarme, pero en 2011 ya no cabía ninguna prorroga. Era necesario el cambio de alcalde, pero, lógicamente, no creo que fuera tan necesario el cambio de partido en el gobierno municipal”. Una vez asumida la derrota, Lana no oculta su buena opinión del actual alcalde, Aquilué Frago. “No puedo decir que no me guste. En primer lugar, me merece mucho respeto la decisión que tomó a la hora de presentarse como candidato a alcalde. Es una decisión que afecta a tu propia vida familiar y profesional. Es evidente que puedo tener diferentes opiniones en temas concretos que yo afrontaría de otro modo, no sé si con mejores o peores resultados que él. Pero lo que sí está claro es que sería más reivindicativo con el Gobierno autónomo, con más razón siendo del mismo partido”. Entre alcaldes (que fueron y son), el grado de empatía debe aparecer por algún lado, cuestión que no se hace esperar en las palabras de Lana. “Agustín Aquilué tuvo la valentía de presentarse. Muchos podían pensar dónde iba, y sin embargo ahí está. Ha venido a trabajar por Binéfar, y eso es un mérito. Me consta que está trabajando. Seguro que existen limitaciones; por un lado las que vienen de fuera y por otro las que él mismo se pueda marcar. En ese sentido, hay que arriesgar”. Ya metidos en harina de gobierno y oposición, hablamos de unos y de otros. De ese día a día que él también conoce, y que todavía con el máximo interés. “Cuando se me pide opinión la doy, pero son ellos (sus compañeros del PSOE en el ayuntamiento) los que tienen la última palabra. Creo que están haciendo una oposición adecuada. No es cuestión de estar peleándose cada día, aunque sí que es verdad que yo sería más insistente en mis planteamientos; no belicoso pero sí constante”.
La charla va desembocando en el minuto sesenta, tiempo último de estancia en las ondas. Lana dice sentirse a gusto en “La habitación de Candy”; la radio le gusta y a través de ella se suele informar a diario. En ese estado positivo que le proporciona el momento, el ex alcalde se muestra abierto, locuaz, cordial y confiado. “Si me permites, quiero aprovechar la ocasión para dar las gracias a todos los binefarenses por la confianza que me dieron durante tantos años. Y por supuesto, a mi familia, amigos y compañeros de ayuntamiento. Si no hubiese sido por ellos, difícilmente hubiera podido estar donde estuve y sentirme hoy satisfecho por la labor realizada”. Antes de acabar, y a fuerza de repetirme, le vuelvo a inferir, según mi opinión, sobre ese alcalde introvertido y poco dado a la calle que fue, lejos del que seguramente hubieran querido los binefarenses. “Reconozco que me gusta estar en un segundo plano. Es cierto que durante mi etapa de alcalde delegué mucho en mis concejales; ellos también merecían ese espacio público. Pero a nivel de calle hablaba con mucha gente, y en el despacho recibía a todo el que me lo pedía. En ese sentido, creo que no desatendí a nadie”. Ese tiempo ya es pasado. Y ya saben que mejor que Machado, pocos lo han resuelto: “hoy es siempre todavía y toda la vida es ahora…”. Pues eso, hoy resulta indispensable, antes que ayer y sin vista al mañana, la consideración que merecen los que fueron. La memoria que vive y no olvida para un ex alcalde que bien merecía esta charla a la luz de dieciséis años consistoriales, que no son pocos.