Armando Valero es la triple C en la historia del C.D.Binéfar; Central, Carácter, Calidad. Su permanencia en la entidad y una trayectoria intachable hacen de él uno de los fijos en ese hipotético y legendario once ideal binefarense. En el verano de 1978 llegó para un año y al final sumó doce honrando la zamarra celeste.
Armando nació en el seno de una familia de agricultores en Alfamén (Zaragoza) y desde joven mostraba maneras en el colegio, ante los libros y la pelota. Estudió, como interno, en un colegio en Navarra. Su aprendizaje futbolístico o categorías inferiores se resumieron a jugar con el equipo del colegio en el patio del centro. “Yo no jugué en ningún fútbol base. Pasé del equipo de compañeros en el colegio a fichar por La Almunia de Doña Godina, con 18 años. No tuve, de chaval, ningún entrenador que me enseñará como pegarle a la pelota. Manolo Nieves siempre me lo decía: ‘Si hubieras tenido a alguien que te hubiera entrenado de pequeño…’”. Sin tiempo para las lamentaciones, el entonces interior derecha jugó, mientras hacía la mili, en el Rosas (Gerona) y, al mismo tiempo, en La Almunia. “No sé como me permitían jugar en el equipo catalán y cuando tenía permiso (cada dos semanas), e iba a ver a mis padres, jugar en La Almunia”. Acabado el servicio militar, el Numancia, entonces en Preferente, lo fichó para formar parte de un equipo que estaba destinado al ascenso. “Era un equipazo. Teníamos jugadores, ex del Real Madrid, como Paco o Valín. Era una delantera magnífica. Yo jugada de interior, pero ya empezaba a salir muchos domingos como delantero centro”. Al final de la temporada, el club soriano ascendió a Tercera División y decidió quedarse para la nueva categoría con los jugadores castellanos del equipo, abriéndole la puerta a un buen grupo de futbolistas zaragozanos, entre ellos tres que llegarían semanas después al C.D.Binéfar.
Armando, Marco y Muñoz ficharon en el verano de 1978 por la entidad celeste. Jugadores de la capital aragonesa que pasaban por las inmediaciones de La Romareda, pero que nunca se quedaban. “Es el destino de los futbolistas de nuestra tierra. Ni antes ni ahora se presta atención a la cantera. Siempre hemos tenido grandes jugadores, pero se prefiere fichar a gente de fuera”. Armando aterrizó en Binéfar en el ‘año 0’, inicio de una de las épocas más gloriosas de la historia celeste. Aquella temporada 1978/1979 se ascenció a Tercera División, y partir de ahí, años de gloria a caballo de Tercera y 2ªB. “Vivimos unos años inmejorables. El ambiente era único y El Segalar un escenario perfecto que nos ayuda muchos domingo a ganar partidos que en otro campo no se habrían ganado”. A la conclusión de aquel primer año de ascenso, Armando estuvo cerca de dejar el club, pero su amistad con el directivo Roberto Salamero le convenció para seguir una temporada más, que al final fueron doce, y que más al final supone toda una vida gracias a su matrimonio con Berta y a sus cuatro hijos. Otro caso de futbolista que llega, juega y se queda para siempre (Juan Yus, Antoñito o Guillermo).
Armando fue como jugador un central que venía de posiciones mucho más adelantadas. De interior o centro delantero, a central marcador. “Nacho Vergara (primer año en Tercera) me colocó de central y me bautizó como ‘Benito’. Desde entonces, siempre ocupé ese lugar en el campo, pero hasta ese momentos siempre había jugado de interior derecho o delantero centro”. Sin tener una altura propia para un central, Armando se hizo con esa posición gracias a una rapidez endiablada, un salto excepcional y un carácter ganador y comprometido que sabía transmitir, como pocos, a sus compañeros. “Tenía muy mal perder. Ya sobre el terreno de juego, cuando las cosas iban mal, no aceptaba esa situación y me cabreaba de una manera que todavía me hacía ser más intenso”. ¿Quién no recuerda aquellas parejas de centrales celestes con Armando como marcador eterno?, Armando-Plou o Armando-Salvatierra. ¿Quién no lista de memoria aquella defensa compuesta por Navas, Armando, Plou y Brualla? Cuatrocientos partidos, aproximadamente, contemplan la trayectoria de este alfamenero, reconvertido en binacetense-binefarense. Doce temporadas y final de viaje. Su despedida del fútbol se vio acompañada por algunos acontecimientos singulares: retirada del (89/90), regreso de urgencia (90/91), lesión de menisco y últimos partidos con el Binaced. “Ya me había retirado en el C.D.Binéfar, pero nos llamó la directiva del Binaced a Luis Hervera y a mí para intentar salvar al equipo en 1ª Regional; las cosas estaban mal y si dura la temporada tres partidos más, subimos de categoría”.
A la hora de hacer balance de jugadores y calidades, Armando Valero se queda con tres compañeros. “No es fácil, pero yo destacaría a Juan Yus, Abadía y Salvatierra. Pero hubieron otros enormes futbolistas como Guillermo, Lolo Giménez, Agón o Antoñito”. Sobre sus entrenadores, un nombre brilla por encima del resto. “Nacho Vergara fue el entrenador que más me eneseñó y más aprecié. El me puso de central y me dio toda la confianza del mundo, haciéndome entrenamientos específicios para que me adaptará a la posición. Como entrenador del C.D.Binéfar, Nacho fue el mejor y el peor. Su primera etapa, sobresaliente, pero cuando regresó del Albacete llegó quemado”. En cuanto a sus ‘parejas de baile’ como central, los nombres aparecen y la memoria se felicita. “Me enfrenté y marqué a delanteros como Julio Salinas (Ath. Bilbao B), Rubén Cano (Tenerife), Rusky (Valladolid), Idígoras y Valverde (Alavés), Manolo (Sabadell) o Aitor Aguirre (Sestao)”. Jugadores que forman parte de la escena e historia futbolística en España y en Primera División. Una categoría esta última en la que Armando no hubiera desentonado, pero el fútbol es fútbol. Cosa rara y fantástica.